viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Estás ahí?


Y Qwerty preguntó, “¿en qué bando estás, en el de los que se acaban de levantar o en el de los que todavía no se han acostado?”. En la antigüedad el espacio era más importante que el tiempo. Ahora, tras un breve paréntesis de unos pocos cientos de años de razón ilustrada, por un caprichoso pliegue de la Historia, la morada, el lugar de trabajo, los medios de transporte y comunicación, incluso la precaria cavidad fabricada con cartones de quien no posee nada, recuperan su protagonismo. En esta época en la que se ha consumado el matrimonio morganático entre globalización y posmodernidad, con esa división entre los que están dentro y los que no pueden entrar, cobran sentido las sabias palabras de Fredric Jameson, cuando afirmó que el problema es que está menguando la emoción y que la trama ha sido sustituida por explosiones de imágenes que minuto a minuto rellenan el espacio, con un presente que convierte el pasado en algo fallido e incómodo y el futuro en un presagio de algo malo inevitable.
Un presente tan intenso en esta sociedad del espectáculo que hace desconfiar de ideas como cambio social o modernización y que invita a esconderse miserablemente en un confortable sentido del desastre colectivo. Ese abandono, lo que antes se llamaba melancolía y ahora se llama depresión, define esta sociedad atiborrada de ansiolíticos culturales. Como dijo Vintage, “quizá sea porque la falta de confianza te libera del miedo a defraudar”.
Un chat de dos desconocidos que se regalan confidencias radiografía ese espacio virtual en el que las emociones solitarias se refugian de una cierta idea de colectividad, porque para las personas asomadas a sus ventanas informáticas el espacio es más importante que el tiempo. En ese encuentro distante, amparados en la precaria seguridad de un apodo y el universo previsible de su vida cotidiana, merodea la necesidad de actuar, de encontrarse, de tocarse, de mirarse a los ojos y derribar esa frontera de cristal que les separa, viviendo una sensación temporal que confirme sus existencias, regale una memoria y abra la puerta a un mañana. Es probable que ese chat refleje la forma de vida que se impone hoy. Tal vez, como afirma uno de los personajes de la última novela de Rafael Sarmentero, .-Qwerty Vintage.-“será porque no tenemos la misma idea de lo que es sobrevivir”. Tal vez sea ese el diálogo posmoderno que nos fuerce a la pregunta clave de nuestra época, la misma que se hace todos los días y a todas horas ese individuo sin nombre, escrutando el inquietante parpadeo del cursor con su rostro encadenado a una pantalla, ¿estás ahí?


Autor: Algón Editores

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